domingo, 11 de marzo de 2012

La indiferencia política cuesta


Es fácil encontrar opiniones que reflejan la apatía hacia la política, opiniones en la mayoría de las veces asociadas a apasionamientos más que a un análisis profundo de alguna situación particular. Vivimos en un país, incluso en una región llena de contrastes, de polaridades. Aún las fuerzas de derecha y de izquierda siguen ocupando lugar en los discursos, en los planes de gobierno, a pesar de intentos de “unidad nacional” que más que integración buscan consensos de permisividad e impulso de iniciativas no necesariamente sociales sino partidistas.

Es ese partidismo lo que se confunde recurrentemente con la política. Creer que las actuaciones de los partidos políticos son el equivalente al desarrollo democrático de un país es un equívoco, igual o mayor a creer que la participación ciudadana es equivalente a la votación en periodos electorales. La política encarna el ideal de construcción colectiva a través de la participación y el diálogo, sin embargo, nos hemos venido acostumbrando a una visión representativa donde otros deciden y por lo tanto, donde no hay lugar sino para las lamentaciones por un sistema corrupto, amañado o politiquero. Tanta es la decadencia del concepto y la práctica original de la política que los corruptos la tomaron como oportunidad para beneficiarse porque el interés ciudadano es poco y la labor de veeduría no es constante o en muchos casos siquiera existente.

Para lograr una mayor labor veedora tendría que haber mayor cultura política para la participación y un reconocimiento de cada uno como ciudadano con derechos y deberes frente a un Estado que se supone integrado por todos, no simplemente por una clase dirigente. Esto necesita una fortaleza educativa donde se formen ciudadanos críticos que asuman las responsabilidades ante la sociedad más que el beneficio individual. Sin embargo, vemos que hasta el sistema educativo cada vez se orienta hacia una idea de competitividad que no necesita ciudadanos sino empleados eficientes. Esto no quiere decir que no sea importante la productividad en un país, significa por el contrario que la fuerza laboral no es sólo un agregado de engranaje para que funcione a beneficio de unos pocos, sino como acuerdo social, como medio para lograr bienestar.

Tan necesario es tener trabajo como ejercer la ciudadanía, porque si el ciudadano no reacciona, no es consciente de su papel, ni del contexto político, entonces otros sí estarán atentos para ocupar su lugar, para imponer a su conveniencia y eso afecta hasta el trabajo de aquella persona que se dice indiferente a la política. Es por eso que la indiferencia, la apatía política, cuesta, porque no se trata sólo de votar o de creer incluso que un voto no hace la diferencia, se trata de entender que la política está en nosotros como sociedad, que la vivimos frecuentemente en nuestra relación con los otros, incluso hasta en los ámbitos familiares.

Josep Ramoneda plantea que España entró en un proceso de cambio de hegemonía ideológica muy profundo de derecha que ha venido aprovechando la actual crisis financiera. Además menciona una “despolitización generalizada en la sociedad a partir de la quimera del consumo” que da cuenta de los efectos del poder financiero que impulsa “un neocapitalismo mucho menos garantista y mucho menos respetuoso de los derechos de los ciudadanos y de los trabajadores”.

Eso quiere decir que mientras no haya personas interesadas en la política, que ejerzan su rol como ciudadanos, habrá más “masa” que consume y al mismo tiempo será consumida. Es un hecho entonces que la indiferencia se forja como el totalitarismo para sociedades que siguen sin rumbo, más preocupadas por consumir que por convivir. Bien lo plantea Ramoneda en una visión de Europa que no está lejana de nuestra realidad:

… yo creo que uno de los males de la Europa actual es la indiferencia, y la característica primera de la indiferencia es la irrupción del comportamiento apolítico como un estado normal del ciudadano. Y sin política no hay ciudadano, sin política, incluso, no hay ser humano. Aristóteles decía que el hombre es un animal político. Y si le quitamos la política ¿qué queda? El animal. Por tanto, mi lucha contra la indiferencia es una lucha a favor de la política y a favor del reconocimiento de que los ciudadanos sólo tenemos sentido en relación con los demás. (Ramoneda)


Referencia:
Entrevista realizada a Josep Ramoneda en el Periódico Alma Mater por Alberto González. Núm. 607, (marzo de 2012), Universidad de Antioquia.